miércoles, 10 de diciembre de 2008

JORNADAS ANUALES CID CTES-CHACO. La angustia y el deseo



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La angustia señal de lo real

Por Emilio Fernandez

La angustia la tomamos en su definición, a mínima, como señal, definición que por hallarse al término de los progresos del pensamiento de Freud no es lo que se cree, o sea el resultado de un abandono de sus primeras posiciones; no se trata de un abandono ni de una conquista nueva; pues ya en el momento en que Freud hacía de la angustia la transformación de la libido, existía la indicación de que podía funcionar como señal.

En 1915 en “Lo inconsciente” y sobre “Tópica y Dinámica de la Represión” Freud habla de peligro pulsional: “mediante todo el mecanismo de defensa puesto en acción se ha conseguido proyectar hacia afuera el peligro pulsional. El yo se comporta como si el peligro del desarrollo de angustia no le amenazase desde una moción pulsional, sino desde una percepción, y por eso puede reaccionar contra ese peligro externo con intentos de huida: las evitaciones fóbicas”

En 1927 en “Inhibición, síntoma y angustia”, Freud recurre a la noción de una «señal de peligro» emitida por el yo en la eventualidad de la ruptura inminente de la barrera de defensa que protege su organización, ante la intensificación pulsional que proviene del ello y de la que no tenemos noticia

Si para Freud la angustia es señal de un peligro vital, Lacan agrega algo novedoso, que el peligro en cuestión está ligado a un carácter de cesión.

La angustia de la que habla Lacan emerge como algo del orden de la aproximación puesto que, dice Lacan, la angustia no es sin objeto, ya que el mismo Freud cuando habla de angustia dice que la angustia es ante algo. Es decir que no hay angustia ligada a nada, emerge como consecuencia.

Para explicarlo mejor Lacan deslinda el término miedo del de angustia, dado que el miedo es siempre frente a algo que se conoce, frente a una situación de peligro exterior, como percepción yoica, por ejemplo, en el que el miedo produce una reacción de huida o una conducta inhibitoria. La angustia de Lacan es otra cosa, aparece frente a algo desconocido, en el que el sujeto se ve implicado ante un peligro interior frente a algo que al fin de cuentas no se sabe que es, y por ello puede decirse que la angustia es señal ante algo que se desconoce. Una señal de la que Freud dice puede hacerse uso.

Entonces si se puede hacer uso de la angustia es porque ésta señala algo, designa algo que se encuentra frente a ella.

Dice Lacan que Solo la noción de real puede orientarnos ante lo cual la función de la angustia es aquella que no engaña.

Este real es el resto que constituye lo irreductible del sujeto en la operación en la que el sujeto tiene que constituirse en el Otro. En esta operación S se interroga en A y es allí que surge una diferencia marcada por esta interrogación entre A-respuesta y A-dado, el resultado es un a, irreductible en la operación de advenimiento del Sujeto al lugar del Otro, un resto no significantizable, en la estructura del lenguaje hay algo que no puede reducirse al significante y se asimila al cuerpo del sujeto, bajo la forma de resto

Podemos indicar: S---- A ----- A--- a ----- $


Entonces a es un corte entre el sujeto y el Otro, donde no hay respuestas para la interrogación del sujeto en el tesoro de significantes del Otro produciéndose la división de éste, y por ello, el sujeto no puede responderse.

Así puede entenderse que a constituye la división del sujeto.

La angustia es este corte sin el cual la presencia del significante, su funcionamiento, su entrada, su surco en lo real es impensable. Ese corte se abre y deja aparecer lo inesperado, la visita, la noticia, eso que tan bien expresa el término "presentimiento" que no debe entenderse simplemente como presentimiento de algo, sino también como lo "pre" del sentimiento, lo que está antes del nacimiento de un sentimiento, dice Lacan. Entonces digamos que la angustia circunscribe algo del orden de lo real.

Lacan va a dar el ejemplo de las pinturas de Santa Lucía, en donde aparece con los ojos extirpados puestos, como servidos, en una bandeja y la de Santa Ágata con sus senos también en una bandeja.

Estas imágenes no nos introduce al orden de la angustia, para que ello ocurra el sujeto debe estar implicado mas personalmente, dice Lacan; que el sujeto fuera sádico o masoquista, por ejemplo. No habla del fantasma neurótico masoquista o sádico, habla con propiedad, del perverso.

A decir, el masoquista se ofrece como resto, como desecho del Otro, con lo cual busca una respuesta de parte de este Otro y esa respuesta es la angustia. Podemos decir que el goce del masoquista es angustiar al Otro.

En cambio para el sádico el Otro existe por lo tanto lo trata como objeto y hace de la angustia de la víctima, dice Lacan, una condición exigida. Aquí el Otro debe desaparecer, el sádico continuará cuestionándolo hasta el sin sentido, tal como lo intentó Sade en todos sus escritos, a fin de enmascarar por todos lados su angustia. En este caso el sádico se ofrece como el reverso del sujeto, a fin de desenmascarar al Otro, y es en este orden que se debe ofrecer como resto.

Volviendo al ejemplo de Lucía y Ágata y tanto del masoquista como del sádico ofreciéndose como resto, vemos entonces que es el orden de la separación lo que esta implicado en la angustia, que la angustia está ligada a una separación, a un corte como se dijo anteriormente, que se produce, podríamos decir, en el camino de la constitución de la imagen del cuerpo a partir del otro. Este corte, esta separación introduce la noción de caducidad del objeto a. Es lo que Lacan manifiesta cuando introduce la interrogación sobre si el seno esta del lado del que chupa o del lado del que es chupado, también habla del corte del cordón umbilical que separa, al sujeto, de las envolturas homogéneas a él, y de la caída de la placenta en la madre a partir del desprendimiento orgánico del recién nacido.

Entonces Lacan va a decir que se trata aquí de la función de la separación relacionada con el organismo, ya no de una castración, no de la amenaza de castración, puesto que en ella todavía está relacionada una función imaginaria entre el Otro y el sujeto, sino más bien de la función misma de separación íntimamente relacionada con la caducidad, dice Lacan, del objeto caduco.

Es decir, hay algo que cae, algo que se desprende, algo que se separa del sujeto en un momento en el cual él mismo es mártir, en el cual se implica a partir del goce, de un goce propio pero desconocido para el sujeto. Se trata entonces de un resto órgano, un resto real que como dice Jaques Alain Miller, en “La angustia lacaniana”, este resto “es el goce en la medida que no se deja capturar por el significante, el goce irreductible al principio del placer. Por eso es la angustia que como afecto de displacer, connota especialmente lo no significantizable”.

La angustia está ligada a todo lo que puede aparecer en ese lugar desconocido para el sujeto, que no es imaginario ni simbólico. Tiene que ver con la Cosa, das Ding, que aparece como lo real más allá de todas las representaciones que de ella tiene el sujeto, hacer uno con la Cosa, dice Lacan, es salir del campo del significante y por ende de la subjetividad.

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BIBLIOGRAFIA

-Sigmund Freud, “Trabajos sobre metapsicología”, “Lo inconsciente”, “Tópica y Dinámica de la Represión”. Obras Completas. Volumen XVII. Amorrortu Ediciones

-Sigmund Freud, “Inhibición, síntoma y angustia”. Volumen XX. Obras Completas. Amorrortu Ediciones.

-Jaques Lacan, Seminario X, La Angustia. Editorial Paidós.

-Miller, J.-Alain: La angustia lacaniana. Ed Paidos, 2007


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La angustia, signo del deseo


por Carla Molinas


En el análisis hay algo que es anterior a todo lo que podemos elaborar o comprender. En este capitulo Lacan plantea que la idea de comprensión es lo que se presenta como siendo un obstáculo en la psicología, así también advierte que hay limitaciones en cuanto a la comprensión, ósea, que no nos imaginamos que comprendemos lo vivido auténtico o real de los enfermos. Y que esta idea de comprensión debe ser descartada al pensar la cuestión de la angustia. Es preferible advertir , dice Lacan, a quienquiera que fuese que no debe creer demasiado en aquello que puede comprender.

Esta idea de simplicidad, de comprensión no es posible a partir de que el sujeto, por decirlo de algún modo, conlleva consigo un rasgo, rasgo unario. Rasgo que marca la singularidad del mismo. No hay aparición concebible de un sujeto en cuanto tal sino a partir de la introducción primera de un significante, y del significante más simple, el que se llama rasgo unario.

Simples, singularidad del rasgo, eso es lo que nosotros hacemos entrar en lo real, lo quiera lo real o no, refiere Lacan

La angustia es un afecto, y es en esta perspectiva donde Lacan piensa a ésta como lo que hace a la singularidad de quien la padece. Esta singularidad esta marcada por la presencia de Otro, con mayúscula. El Otro esta allí

El sujeto está marcado por el rasgo unario del significante en el campo del Otro, por ello deja al Otro hecho rodajas. Hay en el sentido de la división, un resto, un residuo. Ese resto, ese Otro último, ese irracional, esa prueba y única garantía, a fin de cuentas, de la alteridad del Otro, es el a .

El fantasma es el apoyo del deseo del sujeto, está en su totalidad del lado del Otro. Lo que ahora está de lado del sujeto es lo que lo constituye como inconsciente, a saber A tachado, el Otro en la medida en que yo no lo alcanzo, comenta Lacan. La angustia se encuentra situada entonces entre S ( A tachachado) y $ a y es el punto en el que se da el deseo y esa posición de objeto que el fantasma vela.

Lacan encuentra en Hegel en lo referente al deseo, la dependencia de su deseo respecto del deseante que es el Otro, es el Otro que me ve. Y agrega: El Otro concierne mi deseo en la medida de lo que le falta. Es en el plano de lo que le falta sin que él lo sepa donde estoy concernido del modo que más se impone, porque para mí no hay otra vía para encontrar lo que me falta en cuanto objeto de mi deseo. Por eso para mi no solo no hay acceso a mi deseo, sino tampoco sustentación posible de mi deseo que tenga referencia a un objeto, cualquiera que sea, salvo acoplándolo, anudándolo con esto, el S tachado, que expresa la necesaria dependencia del sujeto respecto al Otro en cuanto tal.

Es el Otro como lugar del significante. Es mi semejantes entre otros.

En el sentido hegeliano el deseo de deseo es deseo de un deseo que responde a la llamada del sujeto. Es deseo de un deseante. A este deseante que es Otro, ¿para que lo necesita el sujeto? Lacan capta que en Hegel hay una necesidad del Otro para que lo reconozca, para recibir de él reconocimiento. ¿Qué significa esto? Que el Otro instituirá algo, designado por a, que es de lo que se trata en el plano de aquello que desea. Ahí está todo el obstáculo. Al exigir ser reconocido, allí donde soy reconocido, no soy reconocido sino como objeto, puesto que dicho objeto que soy es en su esencia una conciencia, una SEelbst-bewusstsein. No puedo soportarme reconocido en el mundo, el único modo de reconocimiento que puedo obtener.

En el sentido lacaniano, o analítico, el deseo es el deseo del Otro de una forma mucho más abierta por principio de una mediación.

La fórmula que propone va bastante lejos, a saber: hay algo de la relación del deseo del Otro que encuentra una imagen que hace de soporte, a saber, el fantasma. Ahora bien, este deseo es deseo en tanto que su imagen-soporte es el equivalente del deseo del Otro. Este Otro está connotado ahí como A tachado porque es el Otro en el punto donde se caracteriza como falta.

Lo que parece de igual entre la fórmula de Hegel y Lacan, por paradójico que sea, es que es un objeto a el que desea.

El punto de impacto inaceptable en el proceso de la Sebst-bewusstsein según Hegel, el sujeto, siendo este objeto, queda irremediablemente marcado por la finitud.

Debido a la existencia del inconsciente, nosotros podemos ser ese objeto afectado por el deseo. Incluso es en tanto que marcada de este modo por la finitud que nuestra falta, la nuestra, refiere Lacan, como sujeto del inconsciente, puede ser deseo, deseo finito.

El Otro originario es el que se encuentra como el lugar del significante y el sujeto todavía no-existente, debe situarse como determinado por el significante.

Hay desconocimiento interno al deseo, lo que Lacan plantea de entrada, desde la segunda lección donde se trata de una confrontación con Hegel, de una manera enigmática, mediante la formula. “el deseo del hombre es el deseo del Otro”.

Hegel habla de una conciencia del deseo lo cual se contrapone con lo que Lacan plantea, ya que este ubico al deseo en la dimensión de lo inconsciente, de lo desconocido.

Jacques Alain Miller en su libro “ La angustia lacaniana” que Lacan toma la dialéctica del amo y del esclavo de Hegel y lo lleva al plano del amor, en donde este registro no se formularía en un “ te quiero aunque tu no quieras”, sino en un “ te deseo aunque no lo se” . Pues es esto lo que hace del deseo un deseo auténtico: en que se desea en la medida que no se conoce su objeto, que no conoce el objeto que lo causa, que causa el deseo.

Es yo te deseo, aunque no lo sepa. Allí donde consigue, por inarticulable que sea, hacerse oír, ésta, se lo aseguro, es irresistible.

Le digo al otro que, deseándolo, sin duda sin saberlo, siempre sin saberlo, lo tomo como el objeto para mí mismo desconocido de mi deseo. Es decir, en nuestra propia concepción del deseo te identifico, a ti, a quien hablo, con el objeto que a ti mismo te falta.

Miller Refiere que la angustia no es un significante, y que por esta razón Lacan propone abordarla por una vía equívoca, por la vía del afecto. Este afecto se trata de aquello que no engaña, y, esta dimensión de lo que no engaña lo lleva a preguntarse, entonces, ¿que es lo que engaña? Frente a lo cual responde que es el amor; el amor es engañador y engañado. El deseo es engañado y embaucado. Todo lo que es del orden de lo imaginario siempre puede oscilar, según la perspectiva, en reflejos, sobras, y centelleos, y lo simbólico ya se revela en su dimensión de semblante y de ficción.

Germán García comenta en “ Fundamentos de la Clínica” señala que no hay en el Otro el significante que nombre lo que deseo. La falta del Otro se descubre porque hay una demanda. Por esta falta el sujeto pide, pero como pide en la lengua del Otro, esta perdido.-


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La angustia señal de lo Real

Ariel Scherman

La angustia es presentada por Lacan en el seminario X como señal de lo Real y allí, entonces, como el afecto que no engaña. Lejos de ser un trastorno o un disfuncionamiento que habría que eliminar, sino que de lo que se trata es de atravesar esa angustia. La angustia es una vía de acceso a ese objeto (a) particular de cada uno, por eso la clínica analítica se trata de una clínica del resto, del plus de gozar. En este seminario la función de la angustia permite ubicar cómo se pasa en la elaboracicón teórica del falo-centrismo a la función del objeto a, o sea de una función edípica y cronológica a una topológica y sincrónica, es el pasaje del mito a la topología.

Ese resto no se presta a la dialéctica ni al significante, no sed presta a ser simbolizado o metabolizado por la palabra, es un resto real del cual la angustia es señal y es también el modo de acceder a lo más singular del sujeto: el objeto a.

Este paradójico objeto que no es como los otros permite pensar una nueva estructura de la falta, y a partir de una topología (topos, lugar) se concibe un estatuto inédito del cuerpo.

Lacan retoma los últimos pasos de Freud sobre la angustia, al decir que la angustia es ante algo pero se diferencia por ejemplo en relación a lo que los médicos dicen de ella como angustia, la angustia fenomenológica, descripta o sentida como angor, esa opresión o dolor en el pecho. Si bien da la referencia que toma de los existencialistas, tampoco es en rigor la misma angustia ya que por ejemplo para Sartre es posible sin más hacerla consciente en su causa.

La angustia Lacaniana es una angustia a construir, una angustia que es señal por el camino que indica, que se decanta, no sin la implicación del sujeto, ya que se trata de que el sujeto acceda, no a un significante identificatorio, significante amo, por lo tanto a a algo del orden simbólico.

Es decir que en este seminario, al problema de la causación del sujeto, al problema de la pregunta primera del sujeto dirigida al Otro (che vuoi, qué me quiere el Otro) la respuesta mas allá de obtener una respuesta significante o simbólica, queda un resto, un plus de gozar contorneado como un objeto particular. La angustia, entonces, rechaza la respuesta significante para decir: sólo puede tratarse de que en algún lugar haya goce.

Al reformular con la angustia una nueva estructura de la falta, se trata de que el sujeto suelte un órgano, un pedazo de cuerpo, la libra de carne, pero no un órgano transformado en significante tal como el falo representa, un órgano palabra, sino un órgano goce. Lacan lo llama condensador de goce, plus de gozar, es decir, lo que del goce no se deja taponar por la homeostasis, por el principio del placer.

Así surge la angustia como función de lo que no engaña. Lo que correlativamente engaña es el amor. En La angustia lacaniana, Miller presenta, siguiendo a lacan, al amor como engañador y engañado. En esa pregunta por el ser que un sujeto en el plano del amor en vías de constitución subjetiva dirige al Otro, el que me quiere el Otro como pregunta por el propio ser, el sujeto encuentra un engaño en un semblante que lo toma como respuesta. Por eso también un análisis es al comienzo pasar por el engaño de las propias palabras y del amor para contornear y escribir algo del propio goce.

El deseo también es engañado y embaucado, todo lo del orden imaginario siempre puede oscilar en reflejos, sombras y centellos, y lo simbólico se rebela en su dimensión de semblante y de ficción. La angustia es lo que no engaña porque no se deja significantizar, simbolizar, puesto que es señal de lo real como resto que implica el goce

irreductible al principio del placer.

A la pregunta filosófica “porqué hay algo y no más bien nada”, Lacan le da una ubicación y una lógica desde la topología, respondiendo con un objeto paradójico, distinto a los conocidos, un objeto que contornea un vacío del sujeto, porque la pregunta filosófica lo que elide o escapa es al sujeto.

Casi toda la psicología ha tomado parcialmente lo que Freud decía en Inhibición, síntoma y angustia sobre el miedo como referido a un objeto y no a su desarrrollo sobre la angustia, artículo en donde Freud resalta que la angustia es angustia ante algo. Habría que pensar que en esa época Freud distinguía entre el objeto interno de la pulsión y el objeto de la realidad, el exterior, por ejemplo, en los que fracasan cuando triunfan, alguien da en la realidad con el objeto de su ideal, pero paradójicamente se angustia.

Lacan directamente dirá que la angustia no es sin objeto, y la distinción engañosa se disipa en la formulación que hace de un objeto distinto, un objeto que responde a una lógica de goce del sujeto, una estructura de la falta que como causa esta lógicamente antes la dialéctica entre ley y deseo.

Miller dice en Matemas: “nada es todo”, porque las palabras no significan nada. Y en lugar de una respuesta simbólica, de significante o señuelos, la angustia señal designa la Cosa freudiana, el das Ding, lo real y el goce en la medida que lo imaginario y lo simbólico solo pueden girar a su alrededor.

Lacan inventa un objeto que implica una nueva estructura de la falta del sujeto, una falta que el símbolo no suple, no recubre porque siempre puede venir al lugar donde algo falta una nueva palabra, hasta que se necesite otra y así indefinidamente siempre aparece una nueva significación.

La angustia señal en relación a la castración y el análisis, se distingue por que de la reformulación que opera en éste, en el sentido de que Freud, dice Miller, no esperaba al final de un análisis más que una reivindicación fálica, una reivindicación simbólica, mientras que en este seminario queda descubierta la función fálica como señuelo, como carnada o semblante que como tal engaña. Es el dilema entre análisis terminable e interminable ya que si un análisis se mantiene en el plano simbólico, como los significantes sólo valen en su diferencia a otro esto podría hacer de un análisis algo interminable. Por eso la pregunta de Lacan es: ¿cuánto puede durar eso? porque el inconciente resiste e insiste, hace lo que quiere, un lapsus, un síntoma, un sueño. Si bien al comienzo de un análisis hay una alineación del sujeto que Freud llama amor de transferencia luego es necesario operar una función que Lacan llama separación del objeto, separación de un goce o plus encarnado en el cuerpo que la palabra no logra tramitar o mediatizar.

El objeto a que la angustia permite decantar es de una estructura profundamente distinta del significante, de lo simbólico, de lo contrario no se podría entender cómo el analista puede inscribirse en ese lugar como objeto causa. El analista ocupa ese lugar función de causa y como dice Germán García allí donde el analista lo ocupa porque no desea nada en ese lugar, y por eso mismo se ubica como causa.

Otra de las diferencias es que esa tramitación en análisis tampoco es sin pasar por el Otro. Es contornear y escribir el goce de un sujeto pasando por el Otro, el analista como representante del Otro que es particular de cada uno.

Como esquema de la causación de un sujeto, el objeto a como plus de goce, más que cronológicamente, está lógicamente antes de lo simbólico, de la ley y el deseo, y la angustia se presenta como señal de la división misma del sujeto, de la x o pregunta de de un sujeto que se dirige a su advenimiento. Se trata de el objeto en tanto caída, separación del cuerpo, pedazos de cuerpo que, en Edipo resalta Lacan puede verse cuando, al haber arrancado sus ojos de sus orbitas, luego verá a los mismos en el suelo, y es la paradoja de que al arrancar sus ojos ha perdido la vista, y sin embargo no deja de verlos, como algo que no es del mito sino del orden de la causa del objeto en su cesión. El momento de la angustia es la imposible visión que te amenaza, de tus propios ojos por el suelo. Esta es solo una imagen para dar cuenta que se trata del objeto en tanto que cae, en tanto resto, en tanto separables donde la anatomía presta su característica a ellos como adosados, ahí enganchados como en agujeros. Por eso la angustia aparece en la separación.

Pero lo real no agota el hecho de que la angustia esté entre el goce y el deseo, no se abandona el hecho de que el lugar de un sujeto mítico, sujeto del Edipo es en el lugar del Otro, y en el lugar donde falta un significante allí el sujeto es tomado, en la identificación (que refleja la falta de identidad de ese viviente, sino no haría falta identificarse a Otro), en un rasgo del Otro al que se aliena pero no totalmente, sino que es ese resto de goce lo que como vacío completa la estructura de su ser, un ser de puro semblante que de todos modos goza. Como esta seudo identidad que es la identificación que viene del Otro, también es necesario pasar por el campo del Otro y por el engaño de las palabras que a causaron a un sujeto para darle una ubicación o contornear en un análisis algo del objeto, que como objeto en realidad es como un fantasma de la neurosis, no existe sino como vacío, como condensador de goce, y el neurótico fantasea que puede dar con él, se resiste a perder lo ya perdido, lo que permanece como resto irreductible de un sujeto.

Es reflejo imaginario de esta fantasía que el objeto causa aparezca luego adelante como zanahoria, adelante, en el deseo, como agalma u objeto precioso en el amor. Hay algo del deseo que nunca se alcanza porque en realidad el objeto esta atrás, como causa y es el espejismo de lo simbólico y lo imaginario que vela esta ilusión.-

Bibliografía:


Freud, S.: Inhibición, síntoma y angustia.

Lacan, Jacques: Seminario X La angustia

Miller, J-A.: Matemas I

Miller, J-A.: La angustia lacaniana