martes, 9 de febrero de 2010

SEMINARIO CLINICO 2010: ANGUSTIA Y PULSION (Programa)


Programa
del Instituto Oscar Masotta



Segunda parte
- 2009-2010

Escritos, una aproximación intertextual




I. La angustia en Freud

A - Neurosis de angustia.
Manuscrito B. La etiología de las neurosis, (1893)-
Manuscrito E. Cómo se origina la angustia, (1894).
Manuscrito F. Colección III, (1894).
Manuscrito J. Señora PJ. de 27 años, (1895).
Sobre la justificación de separar de la neurastenia cierto complejo de síntomas a título de "neurosis de angustia", (1895).
Crítica de la neurosis de angustia, (1895).
Jacques Lacan “Introducción a la estructura de la angustia” (El Seminario: La Angustia 10, pag. 11)

B - Angustia y transformación de la libido.
Análisis de la fobia de un niño de cinco años ("Juanito"), (1909).
El psicoanálisis silvestre, (1910).
Historia de una neurosis infantil ("El hombre de los lobos"), (1918).
Lecciones introductorias al psicoanálisis, Parte III. Lección XXV, La angustia, (1917).
Jacques Lacan “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma” (Intervenciones y Textos 2 pag. 115)

C - La angustia como señal.
Inhibición, síntoma y angustia, (1925).
Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis, Lección XXXII, Angustia y vida instintiva, (1933).
Jacques- Alain Miller: La angustia lacaniana, Ed. Paidós, Bs. As.

II. La pulsión en Freud

A - Sexo y vida.
Manuscrito G. La melancolía, (1895).
Tres ensayos para una teoría sexual, (1905).
Concepto psicoanalítico de las perturbaciones psicopatógenas de la visión, (1910).

B - Ego versus sexo.
Observaciones psicoanalíücas sobre un caso de paranoia autobiográ­ficamente descrito, Schreber"), (1911).
Los dos principios del suceder psíquico, (1911).
Jacques Lacan: “Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista” (Escritos 1, pag. 809)

C - Libido del yo y libido objetal en Freud.
Introducción al narcisismo, (1914).
Lecciones introductorias al psicoanálisis, (1916-17). Parte III.Lección XXVT, La teoría de la libido y el narcisismo.
Una dificultad del psicoanálisis, (1917).
Jacques Lacan: “Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache” (Escritos 1, pag. 617).

D - Ego y muerte en Freud.
Los instintos y sus destinos, (1915).
Algunas consideraciones sobre la guerra y la muerte, (1915).
El instinto de muerte.
Más allá del principio del placer, (1920).
El yo y el ello, (1923).
El problema económico del masoquismo, (1924).
El malestar en la cultura, (1930).
El porqué de la guerra, (1933).
Jacques Lacan: “La agresividad en el psicoanálisis” (Escritos 1, pag.107)

F - Resúmenes.
La teoría de la libido (Dos artículos de enciclopedia), (1923).
Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis, Lección XXXII. Angus­tia y vida instintiva, (1933).
Compendio del psicoanálisis, Cap. II. Teoría de los instintos, (1938).
Análisis terminable e interminable, (1937).
Jacques Lacan: “La dirección de la cura y los principios de su poder” (Escritos 1, pag.559)


Nota para los docentes.
Mediante este programa que se compone de tres escansiones a exponer en tres años, queremos abrir nuestra enseñanza a las conexiones “intertextuales” que encontramos en Escritos. No sólo se trata de S. Freud, pero en un primer tiempo su obra es la base de la experiencia del psicoanálisis.

Sobre los textos sugeridos hay desarrollos y explicaciones tanto en los volúmenes que componen La orientación lacaniana, el Curso dictado por Jacques-Alain Miller en París, como en textos de Eric Laurent y de otros integrantes del Campo freudiano que enseñan en diversas ciudades y lenguas.

A partir de esta orientación general cada docente decidirá sobre otros textos para sugerir a los alumnos. Se recomienda consultar el “Índice razonado de los conceptos principales” elaborado por Jacques Alain-Miller, insertado al final de Escritos.
La segunda escansión será sobre la libido, la angustia, el deseo y el goce. La tercera sobre la experiencia analítica.

Comité de Iniciativa
Buenos Aires, noviembre, 2008

Coloquio anual de la APLP. Intervención de Enrique Acuña


La construcción entre lo universal y lo particular (*)

Enrique Acuña


La construcción del caso clínico en psicoanálisis, desde Freud, supone una hipótesis de la causa del caso pensada a partir de dichos fragmentarios de una “verdad histórica”, es decir, pensada más que vivida.

Requiere el paso del tiempo para demostrar qué hubo de verdadero de aquella hipótesis y qué transformaciones ocurrieron en ese relato. Es una conjetura a verificar. De ahí surge la necesidad del “control” del caso en la formación del analista.

Cuando transmitimos un caso (caso es lo que “cae” de lo ya sabido) se busca su causa. En esa búsqueda se diseña un pasaje de los dichos que van de un particular modo de presentar el síntoma -paradigma 1- hasta ubicarlo en un universal clasificatorio. Entre ambos queda algo inaprensible: una singularidad que funcionaría como referente -paradigma 2-, una significación nueva al relato.

Particular: lo dicho (envoltura)

La frase “elevar el caso al paradigma” puede servir a un buen diagnóstico siempre que se sepa que hay algo que no se nombra. El particular condiciona “la envoltura formal de síntoma”, los dichos de presentación de un caso, tanto como dichos del analizante como hipótesis no interpretable del analista de lo no-dicho. Se construye ahí este otro -paradigma 2- que se juega en el control del caso.

En “La proposición del 9 de octubre…” Lacan insiste que lo particular es, en el sentido de Aristóteles, lo dicho efectivamente, no es una hipótesis. A todo sujeto le corresponde un predicado que da las propiedades verdaderas de su existencia en el mundo: su predicado dice bien sus atributos, lo más propio de su naturaleza.

Hay sin embargo particulares que solo se pueden nombrar por lo que no son: su negativo que lo excluye de la clase que se refería. Este “particular negativo”, niega para existir, como rasgo diferencial. Eso es una propiedad del neurótico que se sueña diferente identificándose a lo que no funciona en la norma, es decir, a su síntoma como envoltura de otra cosa.

El control o las presentaciones clínicas pueden ir hacia la obtención de un diagnóstico en términos de un universal, es decir, cómo ese particular de un síntoma se ubica en una estructura clínica que es universal, una doxa como saber previo establecido y útil en ese momento. Todos saben la teoría de la psicosis, neurosis o perversión como orientador de doctrina, pero no hay una adecuación al saber textual del inconsciente de cada uno de los que se analizan.

¿Qué es un paradigma? El de la ciencia y el nuestro

Giorgio Agamben observa que todo método de pensar lógico sigue pasos (deducción o inducción) pero que se centra en el paradigma definido como matriz que legitima lo verdadero para ese instante. Aquello que Thomas Kuhn llama “paradigma cientifico” implica un procedimiento del conocer que una comunidad científica acepta como norma disciplinar.

El paradigma en uso por una ciencia requiere un ámbito –campo de saber- y una autoridad, aunque su validez sea provisoria: el tiempo no convalida el paradigma, el es actual, sirve ahora pero no siempre. Requiere el acuerdo de quienes usan el procedimiento y no es independiente del progreso de la ciencia formal que acude a dar su credibilidad. En un segundo significado de “paradigma”, Kuhn admite la suma de invenciones particulares: Ejemplo un detalle de Newton, se suma al invento de Ptolomeo, etc. Y es eso lo que interesa: los ejemplos de casos singulares, si se repiten, pueden ser aplicable a otros casos. Es la lógica singular del ejemplo, que puede ser sustituido por uno nuevo, incompatible con el, cuando hay una revolución científica.

El problema clínico es para el psicoanálisis el de su legitimidad epistémica, en tanto no es una ciencia formal ni humana sino “conjetural”, donde el tiempo escande y desestabiliza la significación. Su saber doctrinario acumulado no es homogéneo al que produce cada síntoma en su contexto fantasmático.

Controlar la singularidad que escapa

La demanda de control implica el retorno de un elemento que no ha quedado reabsorbido por el universal, eso que no se sabe en la doctrina. Obliga al analista a inventar una nueva hipótesis sobre un resto no clasificado. Pero resulta que ese resto es lo fecundo: el objeto mismo del psicoanálisis, incluso es lo que lo estructura como ciencia de una falla en la medida que ese objeto falta en la formalización científica. Véase la discusión (¿estructuralista?) de Lacan contra Levi-Strauss .
Es un objeto que como resto a reinventar agujerea el saber referencial. El objeto a no está en el saber referencial, es no identificado en cada caso, irreductible a lo que se sabe y a lo que se dice que se sabe.

Al situarlo por su elemento irreductible, por su objeto a, como la posibilidad de crear un nuevo referente, el problema no se reduce ya a “la querella de diagnósticos” sino a condiciones de producción del saber nuevo que el dispositivo induce. Lacan propone un referente aún latente, que está en la construcción de un caso, no dicho aún.

Lacan invierte la teoría de la referencia en el sentido de que los significantes del particular no se absorben en el significado de lo universal, y queda entonces un otro particular nuevo, que es la singularidad construida como segundo tiempo una vez que se haya verificado lo irreductible. La mostración de ese elemento irreductible es lo que permite hablar de un exemplum, no un ejemplo en el sentido de que sirve para todos los casos. Exemplum, algo que tiene validez solo para ese caso solitario.

Agamben remite a Foucault para definir el exemplum como lo no-imitable; sin embargo, desplaza lo epistémico a lo político, ya que “permite reunir enunciados y prácticas discursivas en un nuevo conjunto inteligible y en un nuevo contexto problemático.”
En su curso del 2009, Germán García comenta este texto con la oposición entre la función simbólica f.(x) y el rol social –imaginario-, a propósito del argumento lógico que cada uno da a una función vaciada de significación que es Un Padre. Situaba el exemplum de un caso en aquello que se extrae como una diferencia (único) que permite una unidad a esa singularidad. Es el problema del nombre.

Podemos graficarlo:

UNIVERSAL clases/saber referencial (paradigma 1)

PARTICULAR 1 -------------------- PARTICULAR 2
Saber textual /Incc.-
a) Síntomatiempo S2SINGULAR (paradigma2)
b) exemplum


Uno podría decir que el síntoma, en su envoltura formal, es un particular que luego del tiempo de transferencia se realiza en el exemplum singular, si el análisis llegara a su fin. Elevar el caso al paradigma (1) no resuelve lo particular absorbido por una estructura universal (uno podría ubicar aquí neurosis, psicosis y perversión), lo transforma en otro particular. La operación de clasificar es obtener el tipo clínico absorbido en este universal que es la clase. Usa un saber “referencial” de este saber “textual”, que aquí es sorpresa, contingencia e irreductible.

Esta operación es en sí misma deductiva de una hipótesis de transposición del lenguaje del paciente en el lenguaje de la doctrina. Si viene alguien utilizando un lenguaje que es una elipsis, digo que es una neurosis obsesiva; si otro hace un discurso sobre la falta, la tragedia y el amor, digo que es una histeria. Pero eso es un metalenguaje de esa combinatoria. Diferente es si utilizo lo que Freud llama en Construcciones en análisis el elemento suplementario, que introduce un plus. Ahí hago inducción. Invierto los términos de la propuesta de Agamben. Para él, la inducción va de lo particular a lo universal. Como suplemento ofrezco que haga asociación libre e induzco, por la vía del significante, a que haya un plus de saber.

Este saber referencial es la episteme, en términos de clásicos, y constituye una doxa, que para Platón era en el Menón el modo en que la opinión común se construía por la suma de experiencias individuales. Es lo que hace la salud mental: cree que en la ciudad hay un saber vivir al que todos podrían acceder. Por eso, la función social de la psicosis es ser una ironía a esto. Es decir, no habla siguiendo las reglas de comprensión y el significado.

La presencia del analista es correlativa a la posición del inconsciente, siempre y cuando se dirija a él, es decir, llame a un suplemento, a un plus. Eso sale de la doxa de mi pura particularidad y entra en la posibilidad de una singularidad. Jean Claude Milner dice que la ortodoxa es el “plus de saber”. Es decir, induce aquí un nuevo particular que será singular con respecto a esto, si comparo cómo entró alguien desde su envoltura formal y se produjo otra cosa. Lo interesante de este exemplum es que vale para sí mismo, es decir, se transforma en un referente, referente vacío que es el objeto a, que permitirá que entre estos dos particulares se pueda inventar otra salida.

El aforismo freudiano y el exemplum
Lo interesante es que este referente no es un significado ni es un significante. Ese referente como “plus de saber” es un objeto que se extrae del campo de lo que se sabía y se instala sin embargo como algo consistente. La particularidad es lo se dice en la entrada del análisis. Tanto en las presentaciones de Enseñanzas de la clínica como en las presentaciones de enfermos, se verifica que la guía es poder situar la particularidad del caso, y muchas veces el esfuerzo es ubicado con relación al paradigma 1. El paradigma 2 también es un paradigma, pero un paradigma solo para ese caso. Quiere decir que hay dispositivo para mostrar ese paradigma de lo singular como la regla propia que inventó ese sujeto.

La regla del síntoma, al final, no es ni el síntoma particular ni el fantasma, sino un modo que, con relación al Hombre de las ratas, lo que hace Freud es pasar del fragmento inicial del caso a aforismos de enseñanza. ¿Qué es un aforismo? Son formulaciones con función de indicaciones precisas, breves. Sin embargo, Baltasar Gracián (que era un poeta) tiene aforismos, Foucault tiene aforismos, Niesztche tenía aforismos. No necesariamente son máximas de qué hacer. Freud más bien indica. Y una de las cosas que dice, muy interesante, es que el caso que es un examplum, el caso hombre de las ratas, es un ejemplo. Como Dora lo es de entrevistas preliminares, porque muestra la implicación del alguien en su síntoma.

El caso del hombre de las ratas, dice Freud, es un ejemplo de la neurosis misma, es decir, de cómo se estructura un mecanismo de transformaciones donde hay sustituciones. Hay un libro de sesión por sesión, y se ve bien lo suplementario que es Freud con respecto a esto. Y el sujeto termina entregándole como sueño de transferencia, como explicación de todo eso que dijo bajo una tendencia criminal, siendo el resto diurno el hecho que se cruzó en la escalera con una paciente y sueña que se cruza con la hija de Freud que tiene dos bostas en los ojos, y eso dice Freud que no es solamente cuestión de dinero. Es cuestión de introducir la transferencia como algo real del afecto para un discurso donde todo lo que él conocía de sí mismo no lo reconocía como propio. Disponemos de una nueva versión de este historial que sacó la editorial Mil uno, con presentación y prólogo de Germán García , donde dice que el aforismo “apela a la claridad, la precisión y la concisión”.

Para Freud no es solamente del mecanismo de la neurosis obsesiva, sino por qué el analista en un caso de obsesión no debería interpretar, comunicar lo que sospecha, porque como el tipo, ya conoce demasiado. Al estar escindidas la idea y el afecto, no hay conmoción. En ese lugar está la elipsis.
No se trata de conocimiento sino de hacer saber. Y ese hacer saber muchas veces va de la mano de un acto que toma en cuenta ese tiempo que hay entre lo particular del síntoma y lo que queda como plus. El uso del tiempo en la transferencia es cortar a veces la sesión en el punto donde se plantean conexiones falsas. El problema de los analistas es cómo introducir el tiempo de la transferencia como el tiempo donde hay una conexión verdadera, en la medida en que el inconsciente es el tiempo.


Nombres sustitutos: ¿analogía o metáfora?
De ahí que cuestionamos este texto de Agamben, porque dice que extraerá su singularidad por una analogía. Me parece que es propio de las ciencias humanas pensar en lo figurativo, las representaciones, las semejanzas de dos representaciones. Mientras que lo que Lacan propone no es que esa singularidad se obtenga de hacer comparaciones cognitivas, sino que se extrae de una “metáfora del sujeto”, un plus de sentido que escapa. Se trata de la metáfora y no de la analogía. Ahora, ¿cómo enseñar la división del sujeto? En un texto que se llama “La metáfora del sujeto”, Lacan dice que la única metáfora que hay es que de la división nadie se salva, ni en la entrada ni en el final. Pero la metáfora implica que se ha sustituido los términos.

Entonces, el hombre de las ratas comenzó hablando de "ratt". Freud introdujo por inducción la cadena causal, inventó que había una conexión nueva, y el "ratten", que era la deuda, el saldo, el empeño, etc. terminó siendo también jugador empedernido, pecado del padre. Pero el sujeto entra diciendo que esa deuda y ese saldo se pagan sólo con la muerte. Y termina siendo “el hombre de las ratas”, es decir, haciendo de ese significante inicial de su envoltura formal, el nombre, no sólo de su goce, sino un nombre propio.

Un análisis se puede condensar en este pasaje que hay del nombre del síntoma, la envoltura formal uno, el significante, el inconsciente, el nombre del goce que se extrae de eso, y luego, el nombre propio con el cual uno se singulariza. Y ese es el cambio de paradigma. Es ese caso, singular, y que es ratten. Es decir, él se designó por su goce en un nombre propio. Existe la posibilidad de crear este nuevo paradigma. El caso se libera del paradigma de lo particular y lo universal, solo para fabricarse de nuevo.-




(*) Escrito a partir de la intervención efectuada en el marco de XV Coloquio de Módulos de Investigación, de la APLP, “La construcción del relato clínico -del caso al control-”, llevado a cabo el día viernes 11 de diciembre 2009, en la Biblioteca Central de la Provincia de Buenos Aires. Desgrabación: Sebastián Ferrante.

Notas:

Freud, S.: “Construcciones en análisis”. Cita: “No pretendemos que una construcción sea mas que una conjetura, que espera examen, confirmación o rechazo (…) Todo se aclarará en el curso de los acontecimientos futuros”. O.C., tomo III. Trad. López Ballesteros. Biblioteca Nueva, 1981.

Lacan, J.: “La proposición del 9 de octubre de 1967 acerca del analista en la Escuela”. En Momentos cruciales de la experiencia analítica. op.cit. pág. 13.

Agamben, G.: Signatura rerum –sobre el método-. Ed. Adriana Hidalgo, Bs.As, 2009. (pág. 14-16)


Lacan, J.: La ciencia y la verdad. Refiero a este texto, donde Lacan opone lo conjetural a lo formal desde la pregunta: “¿el saber sobre el objeto a sería entonces la ciencia del psicoanálisis?”. Op.cit. pág 820. En Escritos 2. Ed. Siglo XXI, Bs.As., 2008.


Lucchelli, J.P.: “El sujeto sobre el que opera el psicoanálisis y el sujeto de la ciencia obedecen a la misma ley.” En Revista Conceptual Nº 10. Ed. APLP, La Plata, 2009.


García, G. “Los aforismos de Freud”. Prólogo a Freud, S.: El Hombre de las Ratas. Traducción de Felisa Santos. Ed. Mil uno, Bs.As., 2008.
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nuevo libro: CONFERENCIAs PORTEÑAS III , de J.-A.Miller


Jacques Alain Miller

Desde Lacan

Conferencias porteñas

Presentación del tomo III , por Graciela Brodsky



2008. El regreso

La fila comienza en el 1125 de Marcelo T. de Alvear, puerta principal del Teatro Coliseo. Sigue hasta Talcahuano, dobla, llega a Santa Fe y allí, cerca de Libertad, comienza a ralear. Son casi tres cuadras porteñas, de cien metros cada una, las que albergan fuera del horario habitual a mil setecientas personas que aguardan el momento en el que las puertas se abran para poder ocupar sus lugares cuando empiece la función. Muchas caras amigas, de acá y de allá, caras argentinas, caras catalanas, caras parisinas. Y muchas caras jóvenes y desconocidas que se suman a la fiesta. Por primera vez uso la cámara de mi teléfono celular para guardar algunas imágenes del acontecimiento tan esperado como imprevisto.
Como es un sábado por al mañana, los vecinos circulan y se detienen para contemplar esa interminable serpiente de mil rostros y mil colores que ondula frente a sus casas.
-¿Es un conjunto de rock?- pregunta doña Rosa a doña Rosa.
-¿Tan temprano? Esos se juntan de noche.
-Entonces debe ser uno de esos pastores protestantes.
-¡¿En el Coliseo?!
-Es un psicoanalista francés- aclara alguien de la cola.
-¡Así se entiende!- concluye la vecina, con su curiosidad satisfecha.

¿Se entiende? ¿Qué se entiende?

En abril de 2008 Jacques-Alain Miller volvía a Buenos Aires después de siete años de ausencia. Una enormidad para una ciudad que desde 1981 se acostumbró a tenerlo entre sus huéspedes dos o tres veces al año, a verlo circular por los alrededores de la plaza San Martín, por Callao y Santa Fe, en las librerías de Corrientes, en el Bauen, en el Sheraton, en el Paseo La Plaza…
En el fondo, lo que era obvio para la vecina no lo era para el propio Miller. ¿Siete años de ausencia habrían tornado esa familiaridad en una presencia unheimlich? Él mismo se lo pregunta en el inicio de esa conferencia sin título que puso a prueba la potencia de su nombre en esta ciudad que lo ama y lo odia -lo que no son más que dos caras de la misma moneda, Freud dixit.
Los mil setecientos que se reunieron creen amarlo tanto como para querer retenerlo, escucharlo, admirarlo, exprimirlo hasta que suelte lo nuevo que cada vez esta obligado a entregar. Y Miller se presta sabiendo lo que su práctica de psicoanalista le enseña: más allá de su nombre encarna un objeto con el que cada uno de los mil setecientos se satisface a su manera. La estructura de una conferencia es erótica, y pone en acto la tesis de Lacan que hace de cada enseñante un analizante: “enseñar a los otros no tiene valor si no es a la vez analizarse a sí mismo”. Por eso en el Coliseo Miller habla de Miller; sigue los vericuetos de su inconsciente, que le negó un título para sus palabras; analiza su minúsculo fenómeno mental; habla del tipo de goce que supone tomar la palabra en público, del juego que se produce entre -j y F . Y también habla de Lacan.
Eso no es nuevo. Desde las primeras intervenciones en Buenos Aires, en 1981, Miller habla de Lacan, habla desde Lacan, como él mismo quiso que constara en el título de estas conferencias porteñas que Silvia Tendlarz recopiló y editó. Pero en el Coliseo no se trata de la elucidación de Lacan sino de la elucidación de otra cosa, de algo que se formula en primera persona, de un deseo, de un nombre más propio que el propio: “Y quizá yo mismo, Jacques-Alain Miller […] no soy más que uno que ha deseado ser un síntoma de Lacan”.

Este tomo de las Conferencias porteñas recoge principalmente las últimas visitas de Jacques-Alain Miller a Buenos Aires previas a la Conferencia en el Coliseo. El período va desde 1996, año del primer diálogo entre Miller y Horacio Etchegoyen, hasta 2001, cuando tiene lugar el segundo diálogo entre ambos.
En el medio, el cambio de siglo.

1996-1997. El deshielo

En 1996 Horacio Etchegoyen es presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) y Jacques-Alain Miller lo es de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Por iniciativa de la revista Vertex, los presidentes de ambas asociaciones se encuentran por primera vez para hablar del psicoanálisis; de su pasado, marcado para siempre por la salida de Lacan de la IPA; de su presente, que soñaba con hacer compatible la presencia creciente de la enseñanza de Lacan en la IPA con las neurociencias, que prometían encontrar en el cerebro la confirmación de las intuiciones freudianas. Además de referirse al pasado y contemplar el presente, los presidentes presagian el porvenir. Etchegoyen vaticina un reordenamiento de la divisoria de aguas, un reacomodamiento del pensamiento psicoanalítico con mayores acercamientos y mayores confrontaciones entre la IPA y los lacanianos. Miller propone intentar poner punto final a un período de historia organizativa del psicoanálisis que estuvo marcado por una censura “impresionante, increíble, eclesiástica, hacia Lacan de parte de la IPA”.

Lo que sigue a este encuentro histórico son los años del “silencio roto”, del “deshielo”. Mientras se gesta el X Encuentro Internacional del Campo Freudiano en Barcelona sobre El partenaire-síntoma, título además de su curso de los años 1997-1998, Miller examina una y otra vez la pareja formada por Lacan y la IPA a la vez que aspira a un tiempo distinto para el psicoanálisis: “Y quizá no estamos tan alejados del momento en que esta gran barrera que nos separa [de la IPA], que es la barrera del estándar, va si no a desvanecerse, a hacerse menos presente. Y en ese momento ¿qué seremos?”, dice en la apertura de las Jornadas de la EOL sobre “El psicoanalista y sus síntomas”. Un poco antes había nombrado “nuestros síntomas”: las frases hechas, la lengua sistematizada, el exceso de citas, la cita sin citar, y los había considerado el efecto de la compacidad, del monolitismo que da el hecho de compartir una misma orientación, para concluir: “Y así creo que en los pasos actuales que se dan para reanudar una interlocución con los colegas de la IPA seguramente tenemos mucho para criticar en ellos, pero quizá lo más interesante es la invitación que eso nos genera a criticarnos a nosotros mismos”.

Nosotros mismos… ¿De qué sustancia está hecho ese lazo que permite hablar de “nosotros”? ¿Qué nos une? ¿Qué tenemos en común? ¿Qué nos da la idea de pertenecer a una comunidad y no a otra? La interrogación de Miller sobre el partenaire-síntoma recae todo el tiempo sobre el analista. Primero sobre el analista y sus síntomas, luego sobre el analista y sus partenaires. Y si despliega uno a uno los semblantes de la comunidad con la que el analista se empareja, lo hace para destacar que “solo se pertenece a la comunidad en cuanto contiene el objeto a que me divide como sujeto”. De ahí se desprenden dos modelos de institución: la que se alía con el discurso del amo para segregar el goce y la que lo acepta y hacer entrar la tyche en la Escuela: “si en el psicoanálisis no se reintroduce el carnaval, reina la infatuación, o reinan las habilitaciones simbólicas vacías”.
Para quienes piensan que Miller cambia de idea como cambia de camisa, las Jornadas de la Escuela de la Causa Freudiana de noviembre de 2009 podrían mostrarles, por el contrario, la asombrosa sintonía de lo que allí se vió y se escuchó con esta política del Witz que él propuso en Buenos Aires catorce años atrás.

1998. Crisis

¿Qué clase de vínculo social se construye a partir del análisis? ¿Qué pasa con el sujeto después del análisis? ¿Cómo termina la relación transferencial? La crisis pone de manifiesto que ni el análisis promete el amor al prójimo, ni el analista está libre de los efectos desfavorables que conlleva la desuposición de saber que marcaría el fin del análisis, e incluso el pase: “No hay nadie a quien hablar”, “No hay nadie de quien se pueda aprender”, “No hay nadie que valga”. La crisis confirma la polémica de Lacan con los analistas de su propia Escuela y no solo con los de la IPA: los analistas no están a la altura del psicoanálisis, no armonizan con el descubrimiento del inconsciente, y esto no es casual sino necesario debido a que el agente del discurso analítico solo funciona en la medida en que se cierra a su inconsciente. ¿Cómo restablecer entonces para el analista una relación con el sujeto supuesto saber?
La clínica del posanalítico; la conversación, como puesta en acto de la desuposición del saber de Uno, y la Escuela, como aquello que restablece para el analista una relación con el sujeto supuesto saber son el trípode con el que se consuma la Aufhebung de la crisis que sacudió a la AMP en esos años.
Y el Instituto Clínico de Buenos Aires (ICBA), para cuya sesión de apertura Miller pronuncia “El ruiseñor de Lacan”, es la Aufhebung de la Sección clínica. Para tener una idea del clima de la época nótese que las tres preguntas que se recogen luego de sus palabras no retoman el contenido de la conferencia sino que avanzan sobre lo que ya agitaba a la EOL en esos días: el posanalítico y los estilos de vida; la vida en comunidad y la singularidad del modo de gozar; el superyo en el posanalítico y después del pase.

1999. Fin del milenio

El tema del “fin” ocupa los medios: el fin de la historia, el fin de las ideologías… Pues bien, hagámoslo nuestro y preguntémonos por el fin del análisis y por el fin de la sesión analítica. Y no descartemos la ambigüedad que la palabra fin encierra y que va desde la finalidad hasta la finalización. Al mismo tiempo, cuando las neurociencias anuncian el fin del psicoanálisis, es decir, su liquidación, y cuando los analistas comienzan a pensar que lo único real es lo que se inscribe a nivel del cerebro, defendamos lo que la experiencia analítica demuestra: que el inconsciente no es puro semblante sino que apunta a lo real.
El Campo Freudiano se prepara para el Encuentro del año 2000 en Buenos Aires sobre “La sesión analítica”. Miller dicta en París su curso semanal bajo el título “Los usos del lapso”. El Centro Descartes le propone una conferencia que se llamará “Al fin y al cabo”, donde Miller habrá de recorrer el último milenio ubicando los momentos decisivos para el nacimiento del psicoanálisis.
¿Qué mejor manera para considerar el tiempo desde el psicoanálisis que a partir del inconsciente, que no conoce el tiempo, y que es a la vez fugaz, instantáneo y eterno en su repetición? El inconsciente lacaniano no es espacial, como el de Freud, sino temporal, de ahí que sus consecuencias sobre la práctica analítica recaigan directamente sobre la duración de la sesión. Esto distingue, dice Miller, dos clases de analistas: los que consideran que hay un vínculo necesario entre la enseñanza y la práctica de Lacan, y los que separan su enseñanza de la práctica.
La reabsorción de Lacan en la IPA encuentra acá su verdadero obstáculo.


2000. La pared y la llave

El Encuentro del Campo Freudiano de julio de 2000 fue el escenario de dos eventos inéditos que se recogen en este libro. Primero, la realización de una Jornada de estudio sobre la interpretación mutativa con la participación de psicoanalistas de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA). Luego, una conferencia de Miller en la sede misma de APdeBA. El deshielo iniciado en 1996 daba lugar ahora a un segundo tiempo de intercambios. “Aquí estoy entre ustedes, en su casa, convidado por sus autoridades oficiales, encuentro unheimlich, es cierto”, dice el “zulú” a la asistencia antes de invitarlos a considerar la naturaleza de los obstáculos que se presentan para cada uno al acercarse a la hipótesis el inconsciente.



Esta apertura a los pueblos vecinos tuvo como contrapartida el estrechamiento de los lazos de la familia propia. “Era urgente -dice Miller en diciembre de 2009 mientras se prepara el Congreso que volverá a reunir a las viejas generaciones con los jóvenes recién llegados al psicoanálisis- dar a la AMP su identidad propia luego de veinte años de Encuentros Internacionales. Si ese período se hubiera prolongado indebidamente, habría conducido a la confusión: era necesario cortar”. Por primera vez, en la Asamblea de la AMP del año 2000, una pared marcó una diferencia entre los miembros y los adherentes a las Escuelas.
Al mismo tiempo, se concretaba lo que Miller adelantaba en el ’97 cuando se refería al psicoanalista y su comunidad: “la cuestión que se nos plantea ahora es si podemos decidir pertenecer a una comunidad virtual que sería el conjunto de los analistas o, por lo menos, el conjunto de los que se relacionan de otra manera con lo real de la experiencia analítica […] no es una comunidad con estatutos, reglamentos, etcétera, es más bien una relación “con el mismo real”.
Junto con la pared, en el 2000 se repartió la llave que permitía entrar en esa nueva comunidad. Era el nacimiento de la Escuela Una.

2001. Nostalgia

El 13 de abril de 2001 se cumplían cien años del nacimiento de Lacan. Como parte de los homenajes se realizó en Buenos Aires el Encuentro Jacques Lacan. Ese fue el marco del segundo diálogo con Horacio Etchegoyen que cierra el período de visitas regulares de Miller a la Argentina. El diálogo, marcado por la nostalgia de la presencia de Lacan, tiene momentos memorables, como el pronóstico pesimista sobre el destino de las instituciones por parte del ex presidente de la IPA, que concluye con un “no hay nada que hacer”, y el coraje “femenino” de la respuesta de Miller (véase la charla sobre el coraje en el Centro Descartes) que declara: “Mejor disolverse antes”.
Todo el diálogo merece ser leído más de una vez a la luz de lo que han sido estos nueve años transcurridos desde aquel momento.

¿Sabía Miller que ese homenaje a Lacan sería su última visita a Buenos Aires hasta ocho años más tarde?
En esos ocho años pasaron muchas cosas que lo retuvieron en Paris: la Sociedad Psicoanalítica de París (SPP), filial de la IPA, le negó un derecho a réplica que dio origen a la primera de las Cartas a la opinión ilustrada con las que Miller buscó despertar de su letargo a los intelectuales franceses. El diputado Accoyer presentó un proyecto de ley para la regulación del título de psicoterapeuta (que incluía el psicoanálisis) y que estaba destinado a poner el control de la formación de los psicoanalistas en manos del Estado. A través de los “Forum de los Psi” Miller inició una campaña fabulosa que acercó el psicoanálisis a una nueva generación para impedir la implementación de la famosa “enmienda Accoyer”. Ganada la batalla, Miller inicia la defensa del psicoanálisis contra el embate de las terapias cognitivo comportamentales (TCC) y la evaluación generalizada. Mientras escribo esta presentación, se prepara un nuevo Forum bajo el título “Evaluar mata”, que se realizará el 7 y 8 de febrero en París. Además, Miller continuó con el establecimiento del Seminario de Lacan y con su curso semanal. Hace una semana inició el de este año: “La vida de Lacan”.

Si se juntan los tres tomos de esta recopilación con la que en su momento se hizo en Brasil bajo el título de Lacan elucidado y con la que se hizo más tarde en España con el nombre de Introducción a la clínica lacaniana, se tendrá un panorama de la reflexión sobre la doctrina, la práctica y la política del psicoanálisis que acompañó la difusión de la orientación lacaniana en los veinte años que siguieron a la muerte de Lacan.
¿El pensamiento subversivo de Lacan dentro del psicoanálisis habría sobrevivido sin este peregrinaje? Seguramente no, y lo más probable es que su enseñanza seguiría alimentando la exégesis de decenas de pequeños grupos dispersos por el mundo sin ninguna capacidad para enfrentar con éxito las nuevas formas del malestar en la cultura, en especial las que hacen del psicoanálisis mismo un trastorno que hay que evaluar y eliminar.
Incómoda para muchos, inclusive para los propios psicoanalistas, la orientación lacaniana de Jacques-Alain Miller es, más que trastorno, síntoma; es el palo en la rueda que impide, o al menos demora, que las cosas vayan a parar derecho a lo peor. ¿Y por qué no decir que esta es otra manera –en este caso la mía- de entender ese deseo de encarnar el síntoma de Lacan que Miller confiesa en su última conferencia en el Coliseo?

Buenos Aires, 1 de febrero de 2010

WEB y e-texts de la AsociaciÓn de Psicoanalisis de Misiones



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Debate:Pase y Escuela -entrevista a Germán García

Boletín AMP 2010 / Número 3
Comité de Acción de la Escuela Una / EOL

Política de la enunciación

¡Qué desafío hablar del propio análisis! Cada uno testimonia de su experiencia a su manera. ¿Surgirá de este movimiento colectivo un nuevo estilo de enunciación que incida en el psicoanálisis?

Silvia Elena Tendlarz

Incluye
Entrevista a Germán García por Adriana Testa

Resonancias

Una posibilidad
Anibal Leserre

En la lógica del Hilo de Ariadna
Débora Nitzcaner


Entrevista a Germán García por Adriana Testa

¿En el contexto de las recientes nominaciones en las distintas Escuelas de la AMP, que opinión tiene sobre el Pase en la EOL?

Desde que Jacques Lacan lo propuso, hace más de cuarenta años, el pase ha sido eficaz al mostrar la imposibilidad de una identidad del psicoanalista. Se diga lo que se diga de los testimonios, revelan en la existencia misma del dispositivo la tensión con una enunciación colectiva.
Que el testimonio suponga la máxima proximidad entre enunciado y enunciación es lo que importa. San Francisco de Asís es tan santo como San Ignacio de Loyola, pero no creo que se parezcan, ni que tuvieran la misma concepción de la institución que tenía que albergar el mensaje, al fin y al cabo común.

¿Que puede decirnos hoy sobre la llamada política de la enunciación?

El shifter se presenta sin que lo sepa el que habla. Se dice que cuando dos profetas dicen lo mismo, uno de los dos miente. O bien mienten los dos. Cierta vez que giraba como un trompo sobre las páginas de Ecrits caí sobre la homología propuesta por Lacan entre los mecanismos de defensa como los describe A. Freud y las figuras retóricas. Como estas figuras, en el capítulo II de la Retórica de Aristóteles se relacionan con las pasiones, concluí: a diferencia de las pulsiones las pasiones fijan un objeto, imponen un estilo que resulta de las transformaciones pulsionales en la articulación de la enunciación (procesos primarios) con los enunciados (elaboración secundaria). Algo así.

En relación al uso actual del término 'semblante', viejos, nuevos, a qué responde la aparición de este término en la enseñanza de Jacques Lacan?

“Menuda” pregunta, como diría un andaluz. En el seminario 17 Lacan advierte que nuestra ciencia no ha introducido un conocimiento mejor del mundo “sino que ha hecho surgir en el mundo cosas que no existían en modo alguno en el nivel de nuestra percepción”. El sensus no tiene nada que ver con la percepción. Lo que sigue se refiere a una crítica a la fenomenología de la percepción no ha dado nunca la menor idea...” Aletheia, ousías (que no es el Otro, no es el ente, está entre los dos...no es tampoco el ser, aunque esté cerca). Sigue la insubstancia femenina, la parousía, los objetos a, para concluir en el viento de la voz humana. No se puede resumir, pero digamos que donde desaparece el “fenómeno” aparece du semblant que no se reduce al “falso” semblant. Tampoco creo que sea hacer teatro, cambiar de packaging. Du semblant, advierte Lacan en el seminario 18, hay que tomarlo como genitivo objetivo, no como semblant de otra cosa. Más bien como sens- blanc, como quien dice vers blanc.



Resonancias




Una posibilidad / Anibal Leserre

Las precisiones y perspectivas que señala Germán García me permiten subrayar que los testimonios del pase muestran, desde una heterogeneidad de enunciación, la imposibilidad de tener un completo dominio de lo real; si así fuera, ¿qué sería de los semblantes? En cada uno se puede escuchar cómo se llegó al límite; y la transmisión a lo colectivo da a la Escuela la posibilidad de extraer los principios –aquello que funda y fundamenta su acción- de una política del pase, marco en donde cada uno puede ubicar su singularidad y no sumar a una masificación de enunciación.

Resonancia de Débora Nitzcaner

Germán García responde a tres preguntas que se leen bajo la lógica del El Hilo de Ariadna. En primer lugar, responde a uno de los desafíos más importantes de nuestra comunidad: lo imposible de una identidad del psicoanalista, lo imposible de establecer un discurso colectivo. Desde la lógica de "un pase" es donde se puede instituir la proximidad entre el enunciado y su enunciación, en tanto política de enunciación, en tanto política de Escuela. Por último, en la perspectiva de encontrar una razón al concepto de Semblante precisado por Lacan, concluye en su idea de validarlo como genitivo objetivo, es decir el complemento es el objeto y no el sujeto. Parafraseando a Germán, menuda respuesta.



Equipo de redacción: Silvia Elena Tendlarz (Responsable) /Susana Amado / Carlos Dante García / Angélica Marchesini / Carlos Rossi / Adriana Testa